Cuentos escritos a máquina

El cocodrilo se monta en el ascensor. Se ve obligado a inclinarse un poco para entrar porque mide dos metros de alto, más una chistera violeta. Viste un abrigo amarillo. Una señora se desmaya por el contraste de los colores.

La secretaria del gran jefe de Doble o nada es miope y se limita a decir: – Pase señor Coco, el profesor lo está esperando -. Al profesor, que no se esperaba en absoluto un cocodrilo con todos esos dientes en hilera bajo las gafas de sol, le da un violento ataque de tos. El cocodrilo, con santa paciencia, espera a que se le pase la tos; después dice:

– Conque, vamos a ver, etcétera, etcétera; tengo también una carta de recomendación de mi hermano. Tengo intención de participar en su magnífico e instructivo programa.

– Ya veo, ya. ¿Cómo está su hermano?

– Un poco apretado. Ya sabe, acostumbrado al Nilo, no se encuentra a sus anchas en el estanque del zoo.

– Y usted, discúlpleme, ¿en qué tema es experto?

– En caca de gatos.

– ¿No le parece el tema un poquito fecal?

– También felino, sin embargo.

– Claro, no se me había ocurrido.

Fragmento del primer relato dentro del libro titulado «Cuentos escritos a máquina», escrito por Gianni Rodari. La estructura de estas palabras me recordaron una idea que leí en un libro de J. Allen Paulos, sobre la publicación de Thomas Nagel titulada The Absurd, ‘El hecho de que las cosas no importen no tiene por qué importar’.

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